Malaga CF

Al fin un delantero centro

Charles controla el balón ante el Peñarol mientras Tighadouini se desmarca a su espalda.
Charles controla el balón ante el Peñarol mientras Tighadouini se desmarca a su espalda. / Efe
  • Los jugadores valoran la presencia de Charles en la plantilla después de varios años sin un ariete ‘puro’

  • Desde que Salva dejó el Málaga, únicamente Rondón tuvo ese papel, con más presencia en el área que fuera de ella

«Nos hace falta un delantero centro de verdad». Esa frase se ha escuchado continuamente las dos últimas temporadas en el vestuario del Málaga. Incluso se podría decir que las tres últimas. La llegada de Charles ha supuesto un alivio para aquellos jugadores que durante este periodo han reclamado la figura de ese punta de área que fijara a los centrales y que estuviera en zona de remate o que, al menos, gracias a su situación facilitara las llegadas de otros compañeros con más libertad.

La subsistencia del Málaga en sus primeras temporadas en la élite se basó en gran medida en la aportación de sus arietes. Primero fue Catanha, con la inercia de una impresionante temporada en Segunda (luego ya no fue lo mismo en el Celta); después, el que a la postre se consolidó como máximo goleador blanquiazul en la élite, Dely Valdés, y una vez que se produjo el adiós del panameño (por propia iniciativa, porque el club le ofreció renovar un año más su contrato), la llegada en 2003 de Salva con la temporada comenzada. Y enmedio, cómo no, la presencia de Darío Silva, casi siempre como escolta de Dely, pero también en ocasiones por circunstancias como esa figura de referencia.

Amoroso y Wanchope

Desde aquella temporada 2003-2004 al Málaga le ha costado tener a ese delantero centro de área que firmara por encima de la docena de goles y que, por añadidura, diera más libertad a sus compañeros en las apariciones en el área. La apuesta por Amoroso y Wanchope resultó fallida y truncó la buena racha del club con los arietes por el año de inactividad que arrastraba el primero (pese a su incuestionable calidad) y por la escasa implicación del segundo y sus continuas molestias de rodilla. Al año siguiente, con el descenso, a los problemas físicos de Salva se sumaron las limitaciones de ‘Chengue’ Morales y el pobre nivel ofrecido por Pablo Couñago. En Segunda, más de lo mismo, básicamente porque Salva no pudo aportar mucho: en la primera temporada fue cedido en el ecuador al Levante por las necesidades económicas del club (su ficha era un lujo en pleno proceso concursal), y en la segunda solo estuvo disponible en la primera vuelta. Al final se logró el ascenso gracias a un equipo sostenido por Baha (un segundo punta) y Antonio Hidalgo (centrocampista y pieza indiscutible en la resurrección del Málaga).

Desde que el Málaga regresó a Primera solo ha contado con dos arietes de verdad: Salva (los últimos partidos de la temporada del reingreso) y Rondón. Edinho fue un fiasco absoluto –se marchó sin poner en práctica ni uno solo de los numerosos consejos de Dely Valdés–, Saviola fue a menos hasta desembocar en un jugador que por el estilo de juego de Manuel Pellegrini se movía mucho entre líneas, y Santa Cruz, pese a ser indispensable por su innata interpretación de cada acción, acabó por ser más importante en los envíos en largo, en la apertura de espacios, en oxigenar el juego, en mantener la posesión. A la hora de la verdad, cuando se requería esa figura tan necesaria en la zona de remate, el paraguayo acusaba el desgaste o llegaba tarde para culminar el servicio del compañero. A El Hamdaoui mejor ni citarlo.

Javi Guerra, solo dos meses

La incorporación en enero de Javi Guerra fue celebrada en el vestuario. Y no solo por tratarse de un futbolista malagueño que llegaba con enorme ilusión y que incluso ya contaba con amigos en el grupo. Pero a la hora de la verdad los problemas físicos le pasaron factura. Apenas había jugado en el Cardiff en el primer cuatrimestre. «Solo pudimos contar con él bien un mes y medio o dos meses, y aun así nos dio mucho», recuerdan en el cuerpo técnico. Por eso, desde el principio una de las obsesiones de Javi Gracia era contar con un ‘nueve’. El veleño era el elegido, pero pronto surgió la oportunidad de incorporar a Charles, inmejorablemente conocido por el técnico navarro (ya lo dirigió en el Pontevedra y el Almería, donde lideró el ascenso a Primera), y nadie quiso dejar escaparla.

Charles dará más o menos goles durante la temporada, pero sus compañeros ya valoran (y mucho) su papel en el terreno de juego. Las características de ‘nueve’ del excéltico se antojan muy positivas para el equipo, según se comenta ya en el vestuario, pero además se elogia del brasileño su incansable capacidad de trabajo. Esa virtud de fijar a los centrales y atraer su atención es imprescindible para el grupo, porque se entiende que futbolistas como Cop y, sobre todo, Amrabat –al margen de otros que jueguen en la media punta o en las bandas– podrán hacer mucho daño al incorporarse a la zona de remate con menos vigilancia.

Ya se extraen las primeras conclusiones en el vestuario malaguista después de poco más de un mes de trabajo, pero por encima de todo brilla una. «Al final tenemos a un delantero centro», comentan. Charles encarna esa figura que tanto se echaba de menos.