Malaga CF

El Málaga resucita a base de amor propio

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/ EFE

  • Obtiene un triunfo de valor incalculable tras vencer en Gijón en un duelo en el que tuvo que ponerse el mono de trabajo y sufrir

Era el partido de la temporada y el Málaga no decepcionó. Es el Sporting un equipo sobre el papel muy inferior (y más con tantas bajas), pero a estas alturas conviene valorar un triunfo como el de ayer por las enormes dudas en todos los aspectos. El equipo de Míchel se puso el mono de trabajo y logró resucitar en el momento más oportuno a base de intensidad y amor propio. Con lo que está en juego tampoco hay que ponerse exquisitos con el fútbol desplegado. Había que ganar por encima de todo y se consiguió.

Se intuía un partido correoso, trabado e intenso -ahora se dice ‘de pierna dura’- y el guión se cumplió. Ambos equipos, estructurados además con el mismo esquema (4-4-2), salieron con el cuchillo entre los dientes. Míchel y el Málaga lo sabían y por eso fue claramente perceptible el intento continuo de cambiar el juego de lado a lado para sorprender al Sporting descolocado. Pablo, llamado a ser el faro del equipo en el centro del campo (el técnico dejó en la grada a José Rodríguez), obró con inteligencia en este aspecto y poco a poco se fue soltando en cuanto el cuadro asturiano rebajó su presión.

Durante muchos minutos el partido estuvo presidido por las imprecisiones. El Sporting se afanó en una apuesta por el fútbol directo para tratar de que sus puntas conectaran y, sobre todo, de rentabilizar alguna prolongación del espigado Traore. Sin embargo, el trabajo de Luis Hernández y Llorente estuvo a muy buen nivel y sólo en una ocasión se vieron superados en toda la primera parte, en una acción sin consecuencias. Por su parte, el Málaga se encomendó a sus salidas con el fin de explotar las virtudes de sus extremos (esta vez el técnico apostó por uno en cada flanco), pero Keko estuvo impreciso y falto de decisión mientras que Chory Castro, al que se le sigue sin ver en el tono físico adecuado, trató ante todo de dejar el pasillo expedito a Ricca, titular en el lateral izquierdo por las bajas de Juan Carlos y Torres. Además, los errores en el último pase fueron de bulto.

Pocas ocasiones

No fue una primera parte de excesivas ocasiones. El Sporting dispuso de la más clara al filo de la media hora, pero Kameni reaccionó a tiempo y después, en los rebotes, el balón salió por la línea de fondo. Pero es cierto que cada vez que el Málaga arrancaba se escuchaban ciertos murmullos, como si en El Molinón previeran que en cualquier momento llegaría el gol visitante. Sucedió en el minuto 40, cuando Keko aprovechó un resbalón de Canella para culminar la jugada como exigía la situación, con el ‘pase de la muerte’ para que Sandro rematara sin oposición.

La reanudación comenzó con una acción calcada en la que Keko, que debió aprovechar más y mejor la blandura de Canella, la puso en bandeja en el área por abajo, pero primero Sandro se adelantó a Santos y después Pablo mandó la pelota al segundo anfiteatro. Al Málaga se le veía muy superior a su rival en todos los aspectos, sobre todo en colocación, mientras el Sporting ya no sabía a qué jugaba.

Los minutos pasaron sin que el Málaga diera el paso para ganar el partido. Hubo miedo a perder la ventaja -algo muy lógico- mientras el Sporting trataba de sacar fuerzas de flaqueza. Ricca tuvo dos cruces prodigiosos, sobre todo en una oportunidad de Traore. Poco después Rubi prescindió de él para cambiar el sistema. Míchel hizo lo propio e introdujo a Juanpi para tener más la pelota y lo consiguió, pero en la recta final el cuadro asturiano se fue arriba jaleado por su afición. También apareció Kameni, primero para desviar un golpe franco de Burgui y después con una soberbia parada a mano cambiada a tiro envenenado de Víctor Rodríguez. La agonía fue insoportable, pero el Málaga, esta vez sí, dio el golpe encima de la mesa que permite respirar. Falta mucha calidad, pero esta vez sí al menos se vio intensidad y amor propio. Que no sea flor de un día.

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