Malaga CF

Un líder llamado Míchel

Míchel, en la primera de sus habituales charlas con la plantilla, nada más llegar al Málaga.
Míchel, en la primera de sus habituales charlas con la plantilla, nada más llegar al Málaga. / Fernando González
  • Su perfecto conocimiento del fútbol a todos los niveles ha sido clave en la espectacular remontada

  • En cada momento ha sabido trasladar el mensaje necesario a la plantilla y al entorno, y ha inculcado al equipo mentalidad colectiva y actitud defensiva

«Es un tío de fútbol». Con esas cinco palabras definió un importante jugador del Málaga a Míchel a las pocas horas de la llegada del madrileño como entrenador del equipo. Aquella primera charla del nuevo técnico el 8 de marzo bastó para que la plantilla asumiera que enfrente estaba un líder. Su mensaje, cargado a partes iguales de contundencia y comprensión, provocó un cambio de actitud radical en un par de entrenamientos. Podía tratarse del efecto habitual cuando se produce un relevo en el banquillo, pero pronto se escuchó una frase elocuente en el vestuario: «Ahora sí tenemos entrenador».

La autogestión del vestuario tras la renuncia de Juande Ramos fue un despropósito que sumió al Málaga en una crisis de resultados e imagen que no tuvo más calado gracias al bajísimo nivel de los tres últimos clasificados. Aun así, el partido entresemana en Gijón se convirtió en una final debido al riesgo de quedarse a tiro del rival más directo. Probablemente fue en esos días cuando más mostró Míchel su perfecto conocimiento del fútbol a todos los niveles, esa capacidad de manejar la situación con una naturalidad pasmosa y al mismo tiempo con la exigencia obligada. Es decir, con la presión justa.

El liderazgo incontestable de Míchel se ha resumido en cinco puntos que han servido primero para ganarse la confianza absoluta del aficionado (la sinceridad del madrileño puede ser un arma de doble filo, pero en la situación actual cobró más fuerza) y después para asegurarse la lealtad del vestuario.

Mensajes directos

Cuando la situación pintaba peor, Míchel dio el paso de conceder la primera entrevista. Fue con este periódico y se publicó hace poco más de un mes, el 23 de marzo. «El año que viene voy a estar yo, y algunos jugadores con contrato saben que tienen que espabilar en estos dos meses y medio», fue el titular más sabroso que dejó. No el único, desde luego. Las reflexiones fueron tan numerosas y sinceras que tuvieron un impacto enorme. «Parecía que los de azul y blanco se jugaban algo y que nosotros habíamos ido de visita folclórica», recalcó sobre la actuación en Leganés.

O aquella valoración sobre la autocomplacencia que no iba dirigida exclusivamente a la plantilla: «No pueden seguir viviendo como un club de Champions si no nos lo ganamos». Lejos de que aquella entrevista tuviera una repercusión negativa en la plantilla, los futbolistas lo entendieron como un claro mensaje de motivación. Desde ese momento Míchel no ha podido mostrarse más sincero, para bien o para mal, y el aficionado lo ha respaldado porque consideraba que sólo con advertencias de este tipo el equipo podía reaccionar, ponerse las pilas y evitar que el descalabro prosiguiera.

Charlas sin rodeos

Desde aquella primera charla el día de su aterrizaje en La Rosaleda los componentes de la plantilla inciden en la capacidad que muestra Míchel para exponer su mensaje sin rodeos. En vez de «hay que...» emplea el «tenemos que...» y, sobre todo, no se centra sólo en aspectos como la intensidad, sino que va al grano en las cuestiones futbolísticas. Igual sucede en el tú a tú con cada jugador.

Ya sea en el terreno de juego o en su despacho en la última planta del estadio de atletismo Ciudad de Málaga, el entrenador malaguista es muy directo y en cada caso apunta lo bueno y lo malo de lo que ve en el rendimiento de su discípulo. Y, según explican los implicados, cuando debe ser duro, lo hace en muy buen tono tratando de que la crítica sea constructiva y de que el ánimo del futbolista no se resienta. Estas charlas son muy habituales. El técnico hizo una primera ronda nada más llegar al Málaga y periódicamente se ve con los jugadores –a veces no tiene por qué ser sólo uno– para analizar detalles del juego o del equipo.

Cercanía adecuada

Míchel se ha ganado a todos en el vestuario por su cercanía. Ya en su etapa como jugador era muy ocurrente, lo que a veces implicaba un fomento de su imagen de chico rebelde. Es innegable que el madrileño posee un carisma arrollador que lógicamente suscita un tremendo respeto entre los jugadores. Pero al mismo tiempo es habitual ver imágenes del entrenador con sus futbolistas sonriendo o, incluso, riendo a mandíbula batiente. Y en este sentido da igual que sean titulares o suplentes, porque se ha generado una complicidad más que evidente entre todos. Por eso, cuando el madrileño se ha explayado ante la prensa en algunas críticas –en ocasiones, muy duras– no se ha producido un terremoto en el vestuario.

Los conceptos, no el sistema

Cuando Míchel fue contratado por el Málaga ya se explicó en SUR que él es poco amante de un sistema fijo y que él prefiere que los jugadores tengan claros los conceptos. Por eso, en líneas generales el equipo no se ha resentido cuando ha pasado de jugar con una defensa de cuatro hombres a otro esquema sobre la base de tres centrales. No se trata de una distribución numérica, sino de una distribución del terreno. Es decir, de ocupar el campo lo mejor posible, de la forma más compensada.

También con extremos o con ‘carrileros’ el equipo debe tener clara la forma de atacar por las bandas... siempre que sea factible. Es cierto que ha dispuesto de dos hombres con los que no pudo contar Marcelo Romero (Recio y Sandro), pero, si bien se mantienen las dificultades en ataque (ocho goles en ocho partidos, cinco de ellos de Sandro), la presión es ahora más coordinada, lo que al final redunda en menos trabajo para los medios centro y, como conclusión final, más protección para los centrales. Mientras el Málaga encajó 17 goles en los 10 partidos con el uruguayo, las cifras de Míchel son elocuentes: 7 tantos en 8 encuentros, pero recibidos en sólo tres de estos. Que el equipo no haya encajado un solo gol en cinco de los últimos siete compromisos era algo impensable.

Equidad en sus decisiones

El respeto se gana también con las decisiones y Míchel en ese aspecto no es dudoso. Es otra de las virtudes que destacan en el vestuario: la equidad en sus decisiones. Con Romero era impensable ver a Chory Castro en el banquillo, a Santos fuera de la convocatoria, a José Rodríguez excluido del once y, en los casos de los más veteranos, que Duda o Demichelis no estuvieran entre los dieciocho jugadores que se vestían. El entrenador dejó en la grada al argentino, al que elogia mucho en privado (y también ha hecho en público), tras su aciago partido contra el Alavés. Osustituyó a un ‘intocable’, el también central Luis Hernández, cuando lo vio inseguro en La Coruña. Con él siempre juegan los que están a mejor nivel.

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