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LAS COSAS DE CAÑETE

AHORA ES EL MÁLAGA EL QUE NECESITA A MÍCHEL

Ha sacado al equipo del fondo de los veinte y también a varios jugadores del pozo de la mediocridad y las deficiencias

PACO CAÑETE

Martes, 2 de mayo 2017, 22:45

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Obras son amores, y no otros rollos. Ahí tenemos al Málaga de Míchel. En los últimos seis partidos ha sumado cinco victorias. De 18 puntos en juego se ha embolsado 15. Registro de campeones. Si miramos atrás, antes de la visita a El Molinón, era decimosexto en la clasificación, a cinco puntos del descenso. Hoy el Málaga es 12.º en la tabla, con 18 puntos por encima del mejor de los que bajan a Segunda. Siempre he dicho que los entrenadores no hacen milagros, pero el buen trabajo sí va con ellos. Ahí quedan la hora y los puntos. Creo que se han desequilibrado los deseos: ahora es el Málaga el que más necesita a Míchel. ¿O no? Ha sacado al equipo del fondo de los veinte y a varios jugadores del pozo de la mediocridad y las deficiencias. Cara al futuro es necesario y urgente que el jeque lo escuche con la máxima atención.

Del encuentro del lunes, mucho y bueno que contar. Los blanquiazules se lucieron. El equipo de Sampaoli puede que haya perdido su silla para la clasificación directa a la Champions. El partido fue bueno, interesante, con un entrenador de moda en el banquillo, y otro que hasta hace poco estaba en el paro. A día de hoy, creo que entre uno y otro míster se han &lsquocambiado&rsquo los papeles. No hay más que escuchar a una y otra afición. Vamos con los detalles: Pablo, gol para enmarcar. Recio, uno de los pocos malagueños en la plantilla, se ha colocado en lo más alto del buen juego. Está que se sale y hasta protesta menos. Camacho, modelo de entrega y riesgo partido tras partido. ¡Vaya si lleva golpes en la cabeza! El maño, buen elemento de choque, aunque debe tener cuidado. Estribillo de moda en La Rosaleda: «¡Sandro, quédate!...» Más: Luis Hernández en su línea, Llorente se recupera y Luís puede cuajar.

Si el Málaga no hubiera recogido en el contrato una cláusula de rescisión baja, Sandro no habría venido. Así, de entrada, el futbolista pensaba estar poco tiempo en La Rosaleda. Salía del Barça y buscaba una oportunidad en España. Quedaba claro que confiaba en sus posibilidades y, por supuesto, para el salto más pronto posible a un club con mayores y mejores posibilidades deportivas y económicas. Hoy, 4 o 5 clubes se interesan por Sandro dentro y fuera de nuestras fronteras. Míchel trata de convencerlo para que se quede. Sus buenas intenciones son de reconocer. Pero nada más. El exbarcelonista, lesión incluida, está cuajando una buena campaña. La primera parte de sus intenciones se ha cumplido. Estamos ya en la segunda y más fácil para él: dar el salto. Creo que con estas dos premisas la conclusión es diáfana. Hay quien dice que otra temporada aquí le valdría para aumentar su prestigio. ¿Y si se lesiona? Una cuestión son las buenas intenciones de los malaguistas, y otra, la realidad. Adiós, Sandro, adiós&hellip Ojalá me equivoque. La rectificación sería jubilosa. Con los pies en el suelo, aun a mi pesar, no tengo por menos que repetir: «Adiós, Sandro, adiós&hellip» Y si me apuran, añado: «Goodbye&hellip»

La primera vez que Viberti pisó La Rosaleda fue un año y meses antes de su fichaje. Formaba parte de la selección argertina que participó en el Torneo Costa del Sol. Por lesión, el ídolo de ídolos de la afición malagueña no pudo participar en ninguno de los dos partidos, pero sí, como miles de aficionados que completaban el aforo del campo, presenció una de las tánganas más aparatosas que se han podido ver en nuestro campo. Arbitró un colegiado portugués, internacional: Salvador García. Un tipo grandullón y fornido. Se enfrentaban el Español y un combinado argentino. Por un rifirrafe que se produjo junto a la banda de Tribuna, jugadores de uno y otro equipo fueron participando en la gresca y raro fue el que no recibió o dio. Tanto que el propio Salvador García intervino con acciones de fuerza, no sólo empujones. Uno de los jueces de línea, malagueño, rompió el palo del banderín al pegarle a un futbolista españolista. Tardaron minutos en detener el tumulto, con intervención de la Policía. El partido terminó y los argentinos pasaron a la final. En la cena de clausura del torneo coincidí en la mesa con el árbitro, que me contó una y muchas anécdotas de broncas por el estilo, pero no tan rápida y tumultuosa. Un año más tarde, en un España-Bélgica, volvía a coincidir con él, pues dirigía el partido en el Bernabéu y yo cubría información para &lsquoMarca&rsquo. No sólo me reconoció, sino que, además compartimos aperitivos. Recordaba al detalle la &lsquobatallita&rsquo de Málaga. Con el tiempo supe que Salvador García fue inhabilitado por la FIFA, pero no recuerdo el motivo.

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