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joaquín marín d.
Jueves, 19 de octubre 2017, 09:47
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Hace doce años justos, en octubre de 2005, el Málaga estaba en mitad de la tabla de Primera División, con diez puntitos en las ocho primeras jornadas, números lógicos y acordes al objetivo de la salvación. La historia de siempre, vamos. Desde el ascenso de 1999, que fue más una resurrección tras la muerte del Club Deportivo Málaga que un simple regreso a la élite, todos los aficionados y periodistas creímos que se había producido una ansiada consolidación en la máxima categoría, ya que se habían completado buenos años, logrado destacadas clasificaciones y hasta disputado la Copa de la UEFA vía Intertoto. Pero era mentira: esa supuesta consolidación tenía, se vería pocos meses después, pilares de barro.
Esa temporada 2005-06 acabaría con el descenso de categoría de un equipo sin alma, abandonado por la propiedad –entonces el Grupo Z– para facilitar la llegada a la presidencia del central Fernando Sanz. Desde los diez puntos en la jornada octava a los 24 que sumó el Málaga en la jornada trigésima octava para ser colista, hagan la cuenta, van 14. Catorce puntos en 30 partidos. Y muchas similitudes de aquel proyecto de derribo con el que hoy se arrastra por el pozo de la tabla, como un entrenador –entonces Antonio Tapia– que había salvado de manera brillante al equipo el año anterior y que después no dio con la tecla; como una directiva más ausente que incapaz, pendiente de preparar la salida ante los cambios que se avecinaban por la absoluta falta de interés de los dueños en el club y el equipo; como una plantilla con baja calidad e impotente en los partidos; como una afición entregada y sufridora, sin duda lo mejor que tiene el sentimiento malaguista. Uno echa la vista atrás y tiene la desagradable sensación de haber vivido esto ya, porque se parece muchísimo.
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